Esto lo querí­a haber contado hace unos dí­as, pero no me acordé hasta ayer que me tocó volver a volar, esta vez a Valencia.

El jueves pasado estaba en el aeropuerto de Málaga, pasando el control de pasajeros con la rutina que ya uno se va creando en estos viajecitos de negocio. Primero, vaciado de todos los bolsillos del pantalón y trasvase a los bolsillos de la chaqueta. Segundo, el reloj y los gemelos si los llevo, también a la chaqueta. Tercero, maletí­n, chaqueta y cinturón a la bandejita para pasarlos por el escáner y que no pite el detector de metales. Y no suele pitar, porque el único metal que queda es el de los empastes y el del anillo, y ese o no me lo puedo quitar o no me da la gana…

Paso el arco tranquilamente, sin pitidos, y me voy a la salida del escáner a recoger la bandeja, la agarro con las manos y tiro… pero no se mueve. Resulta que un guardia civil tiene la mano puesta encima y le dice a una compañera «aquí­ hay otro». Ya os podéis imaginar la situación, y las miles de preguntas e imágenes que se te pasan por la mente en ese momento. ¿Otro qué? Yo me quedé helado, viendo que me pedí­an que no me fuera, y como se me acerca una agente y me dice «Lleva un ordenador, ¿verdad? Tiene que sacarlo y encenderlo, caballero».

Primer momento de alivio, porque parece que no es algo tan raro, aunque lo siguiente es pensar en qué extraña conexión puede existir entre AENA, la guardia civil y la SGAE como para que en breve te pidan declarar el contenido (especialmente de tipo mp3…) del disco duro. Eso es en lo primero que pensamos yo y Carlos, que viajaba conmigo.

Así­ que me indican una mesita, y allí­ estábamos tres viajeros abriendo maletines y mochilas, sacando el portátil, y encendiéndolo para que los agentes vieran que eran de los de verdad, de los que sacan imágenes y texto por la pantalla… Parece que era simplemente eso, que tení­an que asegurarse de que era un ordenador. Seguro que alguien ha construido ya algún tipo de máquina de matar con forma de ordenador para pasar los controles. Seguro que nadie se ha fijado en la cucharilla (de metal) que te dan con el café si viajas en business. Con la punta roma, sí­, pero con un mango que seguro que más de uno puede usar como arma punzante.

Ayer, que viajamos sólo con la ropa puesta y el móvil, no tuvimos ningún problema. ¿Cuanto tiempo creéis que puede pasar hasta que Aena contrate dentistas para que verifiquen la autenticidad de los empastes en los controles de aeropuerto?