El reto del reloj y el perro

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Hay varios motivos que pueden llevar a una persona a escribir un blog. Que van desde el puro aburrimiento hasta el más extremo de los exhibicionismos.

Y luego están las apuestas, claro. Porque, ¿qué mejor motivo puede haber que una apuesta?

Pero empecemos por el principio, para que quede todo claro.

Resulta que me gustan los relojes. A todos los niveles pero, muy especialmente, por dentro. A lo largo de muchos años he desmontado y vuelto a montar multitud de relojes. A veces con éxito, a veces con lo que podríamos denominar «momento Ikea» (¿por qué me sobra ahora un tornillo?).

Y habiendo estudiado una ingeniería se acaba estudiando como funciona un reloj, como se diseñan, buscando cosas raras por Internet, hasta que te encuentras con algo como esto:


¿Quién no quiere uno así en casa?

Y es en ese momento en el que te generas un problema. Porque, evidentemente, necesitas tener uno así. Qué digo tener, necesitas FABRICAR tú mismo uno así. Así que vas a la pagina web de Clayton Boyer (el diseñador del reloj de arriba), y descubres que le puedes comprar los planos y ponerte manos a la obra. O eso te crees tú, porque no tienes ni idea de qué maderas hay que usar, ni tienes las herramientas que hacen falta, pero a eso iremos más adelante.

Así que estás a punto de comprar los planos, apuntando los números de la tarjeta de crédito, y justo antes de pagar se te aparece una figura de unos veinte centímetros de altura, igualito que tú, vestido de demonio, que se pone sobre tu hombro derecho y te dice «¿Tú no sabes cómo funciona un reloj? ¿No te ves capaz de diseñarlo tú?». Y aquí es donde entra en juego un esquema de pensamiento que los que me conocen llaman «Por qué hacerlo sencillo cuando puedes disfrutar más haciéndolo de la forma difícil» (modo habitual de pensamiento que me planteo patentar…)

Así que desechas la idea de tener los planos simplemente pagando en dos minutos por unos planos que esta comprobado que funcionan y esperar un par de semanas a que te lleguen por correo. Y te dedicas a aprender a usar un programa de diseño asistido, a crear engranajes con dientes de curva por involución, a imaginarte todo lo que puede funcionar o no, y un par de meses después consigues unos bonitos planos que en la simulación funcionan muy bien, pero ya veremos qué pasa en el modelo real.


No sé cuantas versiones habré impreso…

Y aquí vamos a la parte de la apuesta. Esto lo hablas con tus amigos. Que evidentemente te toman por loco. Aunque el tema estrella de ese día no es tu reloj, sino el hecho de que otro miembro del grupo tiene perro nuevo. Y, para no dar muchos más detalles, es como si Charlie Sheen tuviera perro nuevo. O, rizando un poco más el rizo, como si Charlie Sheen tuviera pareja estable, su novia se comprara un perro, vivieran en pisos separados, y el perro viviera con él. Como una especie de custodia compartida del perro. Pero con Charlie Sheen cuidando de él.


Ahora imaginad a Charlie Sheen cuidando de un perro como este. Aunque la verdad, yo tengo mis dudas porque más que un perro me parece un Ewok…

Y aquí viene la apuesta. Y es que en ese momento Charlie Sheen (vamos a respetar de momento su anonimato) dice: «si te atreves a contar el proceso del reloj en un blog, yo prometo hacer lo mismo con mi vida con el perro».

Pocas veces me han puesto tan en bandeja semejante posibilidad de escarnio público, por lo que tuve que aceptar, y pedir que un testigo lo pusiera por escrito, con estos términos:

Se trata que cada uno de los caballeros que aceptaron dicho reto documenten en sus respectivos blogs el proceso de aceptación/cria/educación/custodia compartida/etc, etc, etc del perro (de cuyo nombre no me puedo acordar) y de la construcción del reloj de pared en madera, respectivamente.

Estos procesos deberán quedar documentados gráficamente, como corresponde a la situación.

Así que aquí empieza el relato de mi aventura con el reloj.

Charlie, tu turno…

 

De transición…

Es curioso cómo uno puede pasar por etapas en las que puedes dedicarte a doscientas cosas a la vez, y aún así­ llegar a encontrar ciertos «tiempos muertos» en los que puedes hacer incluso más cosas, y pasar por otras en las que hay dí­as en los que no puedes permitirte el lujo de dedicar 30 segundos a calentar la leche para el café por la mañana. Curiosamente, y dada la situación actual, puedo presumir de estar ahora en la segunda situación. Eso sí­, bastante cansado (y desanimado en ocasiones), pero contento en cualquier caso.

Así­ que como tantas otras veces, la carpeta se va llenando de proyectos sin realizar, para en un futuro volver a rescatar, cuando el tiempo y la situación lo permita, lo que me parece que no va a ser en breve. Al menos, no a un año vista, pero quién sabe.

En cualquier caso, y aprovechando que parece que la carga afloja, al menos si la comparamos con los últimos meses, aquí­ queda este mensaje. Y ya veremos si cae alguno más, aunque a los diez borradores sobre libros leí­dos en el último año y medio habrá que ir haciéndoles un hueco. Y a la reseña de Decadencia y caí­da del Imperio Romano de Edward Gibbon, que me ocupa las pocas horas de lectura que voy rascando, y que quiero ir preparando aunque aún me queden los dos últimos volúmenes.

Y por hoy nada más, sólo esperar que os guste el nuevo nombre (sólo ha llevado cinco años bautizarlo).

Johnny Carson Sings With The Rat Pack

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Unos momentos musicales para amenizar el «intermedio»

25 años sin Muddy Waters

«Él trajo sus cosas y me grabó en mi propia casa, y cuando hizo sonar la primera canción sonaba como el disco de cualquier otro. Tí­o, no sabes cómo me sentí­ aquella tarde de sábado cuando oí­ esa voz y resulta que era la mí­a propia. Más tarde me envió dos copias del disco y un cheque de veinte pavos, y me llevé al disco a la esquina para ponerlo en el tocadiscos. Simplemente lo hice sonar y sonar y decí­a, ‘Puedo hacerlo, puedo hacerlo'»

En 1941, McKinley Morganfield tení­a 28 años, y según la leyenda Alan Lomax, el artí­fice de estas primeras grabaciones, se encontró con él cuando buscaba a un Robert Johnson que llevaba ya tres años muerto. Dos años después, McKinley, más conocido como Muddy Waters, se muda desde Stovall, en Mississippi, a Chicago, esperando convertirse en músico profesional. Durante cinco años tuvo que trabajar como obrero y camionero mientras tocaba por la noche en los locales de la ciudad, llegando a realizar para Columbia algunas grabaciones que nunca salieron al mercado.

En 1948, es la discográfica Chess Records la que publica «I Can’t Be Satisfied» y «I Feel Like Going Home». A partir de ese momento, Muddy Waters se convierte en uno de los iconos del blues. Durante cuarenta años Muddy influenció a buena parte de los músicos y bandas que se formaron y se consagraron desde entonces.

Y la historia continuó, aunque en 1983 acabó el primer capí­tulo. Tal dí­a como hoy, hace 25 años, Muddy se iba a dormir para no volver a despertar, aunque ha seguido sonando desde entonces.

Muddy Waters – You Can’t Lose What You Ain’t Never Had

El colchón de Hernán

El colchón visto por Hernán Casciari:

Odio el colchón actual. Lo odio con todas las fuerzas de mi alma. El colchón y el comunismo son las dos creaciones más equivocadas de la historia del Hombre. Ambos son inventos que jamás funcionaron bien del todo, pero nunca nadie se ha atrevido a decir en voz alta:

—”Hemos fallado, señores, hagamos esto otra vez desde el principio.

[…]

Es increí­ble que ya tengamos coches con los que podemos chocar diez veces sin matarnos, y marcapasos con el que podemos sufrir hasta siete ataques al corazón y seguir vivos, y que —”por el contrario—” haya que tirar el colchón a la basura cuando nos hacemos pis dos veces.

[…]

En setecientos años, sólo hemos conseguido ponerle elástico a las puntas de la sábana de abajo, para que no se salga cuando damos pataditas. En setecientos años, un elástico. ¿Qué carajo nos está pasando?

[…]

Yo no sé si falta mucho o poco para que lleguemos a este punto del confort. Pero lo veo muy complicado, porque los cientí­ficos están muy ocupados poniéndole más y más pelotudeces a los teléfonos móviles. Qué gente obsesiva.

La «otra» última cena

La última cena de Leonardo

La última cena, uno de los cuadros más famosos de Leonardo, en los últimos años más famoso todaví­a gracias a cierto libro y consiguiente pelí­cula, pudo tener en su momento una muy diferente versión a cargo de Miguel íngel. Aunque la pintura no ha perdurado hasta nuestros dí­as, afortunadamente tenemos un rigurosí­simo documental acerca del aspecto que tuvo esta versión inédita del siglo XVI.

¿He dicho rigurosí­simo? Bueno, son los Monty Python, así­ que alguna «licencia artí­stica» se habrán permitido…

El «¡Ya está!, ¡lo tengo!, ¡se llamará La Penúltima Cena!» encabezó mi página web de mis tiempos universitarios, y quien sabe si cuando este blog tenga un diseño propio (que en ello andamos) no volverá a aparecer en cabecera.

Mattel y la igualdad de sexos

Érase una vez un juguete de Mattel que gozaba de un gran éxito de ventas. El juguete en cuestión era una pista por la que circula un cochecito a toda pastilla, y que incluye un looping para que el coche dé una voltereta y así­ hacerlo un poquito más espectacular. Vamos, algo así­:

superpista

La puesta en escena incluye una «torre de alta tensión» y luces para aportar un poco más de efectismo. Y el nombre, claro y atractivo: «Súper pista relámpago».

Bueno, pues en esto un dí­a convocan una sesión de brainstorming en Mattel y uno de los presentes dice «Creo que este juguete está tan orientado al público masculino infantil que nos estamos dejando por el camino a todas las niñas». Y entonces deciden hacer una versión «femenina» a partir de las ideas que pudieran surgir.

Y aquí­ viene lo bueno. ¿Qué tipo de ideas pueden salir en una reunión como esa? Pues ideas del tipo:

  • El estilo es demasiado agresivo para las niñas. Hay que quitar eso de la torre de alta tensión y las luces
  • Evidentemente, tiene que ser rosa
  • Si no incluye al menos una muñeca para jugar, no les gustará
  • ¿»Súper pista relámpago»? ¿No le podemos poner un nombre un poco más… «femenino»?

Y aquí­ está el resultado:

carreracentro

Ante todo, ¡nada de complejos!. Ver para creer.

Para los menos crédulos, consultar la guí­a del juguete publicada por el Instituto Tecnológico del Juguete, concretamente en las páginas 8 y 9 de la guí­a de juguetes para mayores de 9 años, y que llegó a casa de forma impresa, no sé si por un buzoneo o lo cogimos en alguna jugueterí­a.

Declaro re-inaugurado este pantano

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Una vez que aproximadamente el 20% ó 30% de los lectores de este blog (es decir, dos, Iván y Miguel) han manifestado su deseo de que vuelva a esto de la blogocosa, declaro re-inaugurado (por enésima vez) este pantano… Así­ que esperen posts periódicos a partir de ahora.

Que a los dos les sirva de regalo de Reyes, y si no era un deseo, ¡se siente!

Que no, que no, que sigo vivo…

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Imagen(701)

Lo que veis en la foto es mi té de después de comer. Un Earl Grey bien calentito, aún siendo casi verano. Lástima no tener un limón a mano para exprimirlo…

¡Hace 50 dí­as del último post! Uno más y se me podrí­a declarar «bitácorero legalmente ausente«. Y dentro de otros 50, se acabó el estudiar. Habí­a que anunciar el paso de ecuador aquí­, claro, no piensen ustedes que ando de juerga…

El nuevo plano del Metro de Madrid

Llevo años preguntándome cómo iban a poder encajar las nuevas lí­neas y ampliaciones en el plano de metro, teniendo en cuenta lo «tupida» que parece ya la red. Seguro que los diseñadores tení­an pesadillas sólo pensando en la futura ampliación de la lí­nea 11, que llegará algún dí­a hasta la estación de Chamartí­n. Ale, cruzad esas lí­neas si sois capaces.

Pues bien, después de comprobar que el diseño actual era prácticamente insostenible, dado el ritmo de crecimiento de la red, han encontrado la solución: cambiamos de modelo. De uno intuitivo, intentando reflejar el trazado real de los túneles, a otro más esquemático a imitación de los suburbanos europeos.

metro

¿Más elegante? Pues no lo sé. Yo lo único que tengo seguro es que con el nuevo plano me voy a perder. Espero que alguien se anime a coger el plano actual e irlo ampliando, como pueda, para los que llevamos 30 años con el modelo actual. Me da a mí­ que este cambio, para algunos, va a ser más difí­cil que el del euro a la peseta.

Ví­a el Agente Smith