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Estoy en el aeropuerto de Málaga, esperando la salida de mi avión de vuelta a Madrid, experimentando por enésima vez las maravillas de vivir en un país en el que las telecomunicaciones no son más que un negocio para unos pocos actores, que no están nada interesados en eso de «la era virtual».
Estoy sentado en la cafetería, escribiendo con mi teléfono móvil, porque parece que no es interesante que los pasajeros en espera puedan disfrutar de una conexión wifi. Tampoco me ha parecido ver ningún terminal conectado a internet, como los hay en otros aeropuertos (a precios de escándalo, claro).
Y aunque en mi caso dispongo del recurso del teléfono no puede decirse que sea un acceso especialmente barato, ya que la política de mi operadora de telefonía móvil no es muy comprensiva con las necesidades del mercado, entre otras cosas por la prática inexistencia de competencia. Pero esto es tema para otro post…